El maestro y el guardián dividían la administración de un monasterio. Cierto día, el guardián murió y fue preciso substituirlo. El maestro reunió a todos los discípulos para escoger quien tendría la honra de trabajar directamente a su lado.
— Voy a presentarles un problema – dice el maestro- y aquel que lo resuelva primero, Será el nuevo guardián del templo.
Terminado su corto discurso, coloco un banquito en el centro de la sala. Encima estaba un florero de porcelana carísimo, con una hermosa rosa roja que lo decoraba.
— Este es el problema dice el maestro.
Los discípulos contemplaban perplejos, por lo que veían: los diseños sofisticados y raros de la porcelana, la frescura y la elegancia de la flor, su belleza y olor, ¿que representaba aquello? ¿que hacer? ¿cual seria el enigma?. Después de algunos minutos, uno de los discípulos se levanto, miro al maestro, miro a los alumnos y camino resolutamente hasta el florero y lo tiro al suelo destruyéndolo.
— Usted es el nuevo guardián – dijo el maestro.
Al volver el alumno a su lugar, el maestro explico:
— Yo fui bien claro, dije que ustedes estaban delante de un problema y “un problema es un problema” aun si es un florero de porcelana muy caro, un lindo amor que ya no tiene sentido, un camino que precisa ser abandonado, mas que insistimos en recorrerlo porque nos trae confort. No importa cuan bello y fascinante sea un problema tiene que ser eliminado. Solo existe una manera de lidiar con un problema: Atacándolo de frente. En esas horas, no se puede tener piedad, ni ser tentado por el lado fascinante que cualquier conflicto acarrea consigo.
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