Un sacerdote, recibió como su primer encargo ministerial, la misión de reabrir una iglesia en el barrio de Brooklyn, New York. Cuando llegó se encontró con un edificio que estaba en pésimas condiciones y que requería mucho trabajo de restauración. De todas maneras, se propuso como meta tener todo listo a tiempo para oficiar su primer servicio en Nochebuena. Trabajó arduamente, reparando los bancos, arreglando las paredes, pintando, etc., y una semana antes de Navidad ya casi había concluido con los trabajos.
El 19 de diciembre se desató una terrible tempestad que azotó la ciudad por dos días y cuando el sacerdote fue a ver la iglesia, vio con tristeza que el agua se había filtrado a través del techo, causando que un parte considerable de la pared, exactamente detrás del púlpito, estuviera manchada por la humedad.
No sabía que hacer, pensaba incluso en la posibilidad de suspender el oficio de Nochebuena. Preocupado y triste se fue hacia su casa, pero en el camino encontró un negocio que estaba vendiendo varios artículos con fines caritativos y decidió entrar.
Pronto le llamó la atención un hermoso mantel hecho a mano. Era un trabajo exquisito con aplicaciones y bordados de bellos colores y una cruz en el centro. Era justamente el tamaño adecuado para cubrir la mancha de la pared, así que decidió comprarlo y volver nuevamente a la iglesia.
En ese momento había comenzado a nevar y se encontró con una mujer mayor que iba corriendo en la dirección opuesta, tratando de alcanzar el autobús. Lamentablemente lo perdió y el sacerdote viendo la situación la invitó a esperar al próximo en la iglesia donde había calefacción.
La señora se sentó en el banco, mientras el sacerdote colocaba el mantel como tapiz sobre la pared. No podía creerse lo hermoso que se veía y cómo cubría toda la mancha de humedad. De pronto vio a la mujer que se acercaba con sus ojos fijos en el mantel. - "Padre, ¿Donde consiguió usted ese mantel?". Cuando el sacerdote le contó lo sucedido, la mujer le preguntó si las iniciales que aparecían bordadas eran EGB.
Efectivamente esas eran las iniciales, y la mujer le contó que ella había hecho ese mantel 35 años atrás en Austria. Le explicó que antes de la guerra, ella y su esposo tenían una posición económica muy buena pero que cuando los nazis llegaron, les obligaron a irse. Ella viajó primero y su esposo debía encontrarse con ella una semana después, pero fue capturada, enviada a prisión y nunca volvieron a verse. El pastor la llevó en su coche hasta su casa y ofreció regalarle el mantel, pero ella lo rechazó diciéndole que lo entregaba como una ofrenda a Dios.
Por fin llegó la Nochebuena, la iglesia estaba llena a rebosar. La música y el espíritu que reinaban eran increíbles. Al final del servicio, el sacerdote despidió a todos en la puerta pero un hombre mayor, del vecindario, seguía sentado en uno de los bancos mirando fijamente el tapiz. El sacerdote se acercó para saber si se sentía mal, pero el hombre se interesó por saber donde había conseguido el mantel, ya que era idéntico al que su esposa había hecho años atrás en Austria antes de la guerra. . . y le relató la misma historia que aquella mujer.
Él, sin decirle nada, lo invitó a dar un paseo y le llevó a la misma casa donde había llevado a la mujer tres días atrás.
Llamó y al abrirse la puerta, presenció la más bella reunión de Navidad que pudo haber imaginado.
“Si confiamos que El Señor está en control de nuestra vida, a pesar de las dificultades y circunstancias, a su tiempo veremos cumplidos los deseos de nuestro corazón”.
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