Trabajar es la mejor forma de realizarse y perfeccionarse física, espiritual y moralmente.
Cualquier trabajador, no importa en que trabaje, es un colaborador de Dios en la obra de la construcción del mundo.
Desde el científico al simple obrero que pone ladrillo sobre ladrillo en la construcción de una casa, o el simple labrador que cultiva la tierra; todos los que trabajan son dignos a los ojos de Dios.
El trabajo acostumbra al corazón a tratar los obstáculos como si fuesen buenos amigos.
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