Cuanto más vivo más cuenta me doy del impacto que la actitud tiene sobre mi vida.
Mi actitud -para mí- es más importante que los hechos.
Es más importante que el pasado, la educación, el dinero, las circunstancias, los fracasos, el éxito, que lo que otras personas piensan, digan o hagan.
Es más importante que las apariencias, los dones o la destreza.
Levantará o hará fracasar una empresa, una iglesia, un hogar.
Lo admirable es que día a día es nuestra la elección de la actitud que asumiremos en respuesta a toda situación.
No podemos cambiar nuestro pasado, no podemos cambiar el hecho de que la gente actúe en determinado modo.
No podemos cambiar lo inevitable. Lo único que podemos hacer es tocar la única cuerda que tenemos, y esa es nuestra actitud.
Estoy convencido de que la vida está constituida por un 10 por ciento de lo que me ocurre y el 90 por ciento de cómo reacciono ante ello. Y así es también contigo.
En todo momento somos responsables por nuestra actitud. En efecto, nuestra manera de ser depende eternamente de nuestra actitud.
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