Uno de los médicos aconsejó:
- Hay que extirparle el apéndice. -Entonces le extirparon el apéndice pero no mejoró.
Acudió a otro médico y éste le aconsejó:
- Hay que extirparle los dientes. -Y procedieron con la extirpación de los dientes, y nada. El hombre se veía un poco más viejo y nada más.
Luego, otro médico aconsejó extirpar las amígdalas. -Entonces se procedió, pero tampoco dio resultado alguno. Los zumbidos seguían y que los ojos seguían a punto de estallar.
Finalmente se vio obligado a acudir al médico más famoso de la región para saber con precisión qué es lo que tenía. Sin embargo, el médico, después de haberle hecho un diagnóstico no detectó nada y dijo que todo estaba normal; pero advirtió que le quedaban séis meses de vida.
Tras saber que sólo le quedaban seis meses de vida, salió corriendo del consultorio y se dijo: "si sólo me quedan seis meses de vida, ¿por qué no vivirlo bien?". El hombre era exageradamente avaro que no escatimaba esfuerzo alguno para vivir como un miserable.
Pero, la noticia caló tanto en él que se compró un coche de último modelo, una hermosa casa en la rivera de un río; encargó confeccionar treinta traje de la tela más cara del mundo y ordenó la confección de tantas camisas fueran necesarias, y a la medida.
El sastre fue a su casa y le tomó las medidas. Dijo:
- Treinta y seis de mangas, dieciséis de cuello.
Pero el avaro refutó:
- No, quince; siempre uso quince.
El especialista volvió a medirle y dijo otra vez:
- ¡No hay duda, es dieciséis!
El hombre contestó desconcertado:
- Pero, ¿no entiende? Si siempre he usado quince.
El sastre, pacienzudamente, dijo:
- Está bien, como usted ordene. Pero le advierto una cosa: "le estallarán los ojos y le zumbarán los oídos".
Sin duda, esa era la causa de su enfermedad. Bastaba con que el cuello de la camisa sea dieciséis y no quince. Pero esto le sucede al ser humano que tiene muchas enfermedades en la actualidad. Su enfermedad es algo simple, pero se queja de estrés, dolor de cabeza, aburrimiento, diabetes, entre otros. Y todo ¿por qué? Por una simple cosa: su adicción a cosas insignificantes. ¿Qué sentido tiene? ¡Dejad las adicciones y comenzad a daros la oportunidad de crecer y vivir como dioses!
Tras saber que sólo le quedaban seis meses de vida, salió corriendo del consultorio y se dijo: "si sólo me quedan seis meses de vida, ¿por qué no vivirlo bien?". El hombre era exageradamente avaro que no escatimaba esfuerzo alguno para vivir como un miserable.
Pero, la noticia caló tanto en él que se compró un coche de último modelo, una hermosa casa en la rivera de un río; encargó confeccionar treinta traje de la tela más cara del mundo y ordenó la confección de tantas camisas fueran necesarias, y a la medida.
El sastre fue a su casa y le tomó las medidas. Dijo:
- Treinta y seis de mangas, dieciséis de cuello.
Pero el avaro refutó:
- No, quince; siempre uso quince.
El especialista volvió a medirle y dijo otra vez:
- ¡No hay duda, es dieciséis!
El hombre contestó desconcertado:
- Pero, ¿no entiende? Si siempre he usado quince.
El sastre, pacienzudamente, dijo:
- Está bien, como usted ordene. Pero le advierto una cosa: "le estallarán los ojos y le zumbarán los oídos".
Sin duda, esa era la causa de su enfermedad. Bastaba con que el cuello de la camisa sea dieciséis y no quince. Pero esto le sucede al ser humano que tiene muchas enfermedades en la actualidad. Su enfermedad es algo simple, pero se queja de estrés, dolor de cabeza, aburrimiento, diabetes, entre otros. Y todo ¿por qué? Por una simple cosa: su adicción a cosas insignificantes. ¿Qué sentido tiene? ¡Dejad las adicciones y comenzad a daros la oportunidad de crecer y vivir como dioses!
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