Ambas desesperadas comenzaron a defenderse de la masa movediza que las iba devorando, hasta que una de ella dijo:
-Querida amiga ha llegado mi hora, por más que me esfuerce nunca podré salir con vida de esta situación, no tengo opción yo me entrego, mi vida ha terminado... Y dejando de patalear, lentamente fue desapareciendo de la superficie.
La amiga, por su parte pensó: Yo no sé si hoy es mi día, así que no me entregaré, en todo caso seguiré luchando hasta que Dios me llamé, pero que antes observe que hice todo lo imposible para conservar mi
vida. La ranita siguió sin descanso moviendo sus patas, y lo hizo con tanta decisión y con tanta voluntad, que sin darse cuenta la crema se convirtió en manteca, pudiendo pisar firme y escapar tranquilamente.
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