El Sendero de la Verdad

Ya al anochecer, los niños de la aldea se habían reunido junto al fuego para oír los cuentos que solía contar Khishka (el maestro que enseñaba ‘Nan’).

De repente un niño desconocido se acercó al grupo y haciendo reverencias al maestro, luego de dejar descansar la talega de algunas primicias, pronunció en voz baja:

– Maestro, vengo a pedirte una ayuda para que me guíes en el Sendero de la Verdad.

Khishka interrogó:

– ¿Cómo te llamas?

El chaval contestó:

– Me llamo Shonjo.

El maestro exclamó:

– ¡Bendito seas! ¿De qué casta eres, hijo mío? Porque sólo los de la “Casta de los Inquietos” pueden aspirar a la Sabiduría Suprema.

El niño contestó:

– Meastro, en verdad le digo: no sé de qué casta soy, pero voy a preguntárselo a mi madre.

Dicho esto, el niño se marchó con rumbo norte. Cruzó el río oscuro y estrecho, y llegando a casa encontró a su madre haciendo las cosas habituales. Ya era de noche pero, a la luz del lamparín, susurró a su madre:

– Madre, dime una cosa: ¿cómo se llama mi padre? Porque el maestro me preguntó si yo era de la “Casta de los Inquietos”, ya que sólo ellos pueden aspirar a la Sabiduría Suprema.

La madre inclinó la cabeza y le habló dulcemente:

– Hijo, de joven yo era pobre y conocí muchos amos. Tú viniste sin que yo tenga un marido.

Tras este mensaje y algunos otros, el sueño cubrió los dos ojos de los hablantes y se apoderó de la noche. Al día siguiente, a los primeros claros del día, nuevamente, se reunieron los niños con la acostumbrada finalidad. Y, como el día anterior, llegó Shonjo y haciendo una profunda reverencia ante Khishka, guardó silencio.

Entonces el maestro, conmovido por esa actitud, dijo:

– ¿Hijo, tienes algo que decirme? ¿Ya sabes de que eres o no de la Casta de los Inquietos?

Shonjo, con prontitud, afirmó:

– No lo sé, Señor. Mi madre me dijo que en su juventud conoció a muchos amos y no tuvo marido alguno.

La gente del entorno comenzó a murmurar, considerando la desvergonzada respuesta del niño ante el maestro pues, de hecho, era alguien huérfano.

Sin embargo, Khishka, tomándolo en brazos, pronunció:

– Hijo, Tú eres el mejor miembro de la “Casta de los Inquietos”, pues tienes la herencia más noble de un hombre, la Verdad, lo que los inquietos buscan. Hoy mismo te iniciaré en el Sendero de la Verdad.

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