Quien más, quien menos, ha escuchado una historia oriental: la de los seis ciegos y el elefante. Sin duda, como una de las paradigmáticas historias para reflexionar, es más que sugerente porque atinge a los prejuicios creados a partir de la fragmentación de las ciencias, en especialidades reducidas, formando así un mundo cada vez más confuso y caótico. Como me lo han contado, te los cuento:
"Había una vez seis hombres ciegos que, al encontrarse con un elefante, lo valoraron por separado.
El primer individuo había chocado contra su costado amplio y robusto, y llegó a la conclusión de que el elefante era muy parecido a una pared.
El segundo, al tocar uno de sus colmillos, dijo que el elefante se parecía mucho a una lanza.
El tercero tomó por casualidad la serpenteante trompa entre sus manos, y dijo que el animal era muy similar a una serpiente.
El cuarto estiró la mano, tentó una rodilla y llegó a la conclusión de que el espécimen era muy parecido a un árbol.
El quinto le tocó la oreja e insistió en que el elefante era muy parecido a un abanico.
Finalmente, el sexto agarró la cola que el paquidermo balanceaba y concluyó que el elefante era muy parecido a una cuerda.
Cada uno de los hombres ciegos estaba parcialmente en lo cierto al basarse en sus propias percepciones subjetivas, pero al mismo tiempo se habían equivocado. Así el desacuerdo proveniente de estos hombres había surgido de la ignorancia absoluta sobre el animal ya que ninguno había visto jamás un elefante".
De la misma manera, como en una de estas historias para reflexionar, se esconde una verdad: el ser humano está tan distraído de sí, que apenas se conoce a sí mismo como un opaco destello del ser. El hecho de estar centrado en otras ofertas de un mundo fragmentado, ha hecho de sí un huérfano de su propio hábitat.
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