En más curioso de entre ellos divisó un agujero pequeño en lo alto, pero era difícil llegar hasta él. Entonces utilizaron la típica estrategia de los chinos, es decir, uno de ellos se subió a los hombros del otro para poder ver qué sucedía al otro lado.
Miró a través del hueco y dijo:
- ¡Maravilloso! hay muchas personas y están jugando, pero todos están desnudos. Esto se parece a un club de nudistas. ¡Es extraordinario!
El otro niño, totalmente excitado, preguntó:
- Dime algo más, ¿son varones o mujeres?
El mirón contestó:
- No los sé, porque están vestidos.
Justo en eso, vino un policía y les preguntó:
- Niños, ¿qué estáis haciendo?
El que estaba encima del otro contestó:
- Estamos viendo el club de nudistas.
El policía, mostrando cierto respeto por la travesura de los pequeños, no queriendo apartarlos, eso sí más interesado en el tema, preguntó exactamente igual que el otro niño:
- ¿Son varones o mujeres?
El niño, una vez más, afirmó:
- No lo sé, señor policía, porque no están vestidos. ¿Tal vez usted podría decírnoslo?
El niño tenía razón. Dijo: "cómo puedo saber qué son, si no están vestidos". En el mundo en que vivimos, la vestimenta es la identidad. El diplomático debe vestirse como tal, el campesino también, lo mismo un ejecutivo, o un cura, sino no es tal. No hay duda, la vestimenta es la identidad.
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