Cierta vez existió un rey que tenía tres hijos dotados de las mismas cualidades de modo que era difícil escoger, entre ellos, quien iba recibir el legado del Reino.
Entonces acudió a un sabio de la región para recibir su consejo. El sabio ideó el plan y aconsejó al rey:
- Vete de peregrinación.
Así el rey llamó a sus tres hijos y les dio a cada uno la misma cantidad de semillas de unas hermosas flores. Luego, antes de marcharse, les dio la siguiente instrucción:
- Preservad estas semillas tan bien como os sea posible, porque vuestras vidas dependen de ellas. Y, cuando regrese me informaréis de lo ocurrido con ellas.
El primer hijo, el mayor, el que mejor sabía conducirse, el más artero y pulcro, dijo:
- Guardaré estas semillas en una caja fuerte, de modo que para cuando regrese mi padre estarán tal cual me los ha dado, ya que de ello depende mi vida. -Y procedió con la idea de guardarlo tal como se propuso.
El segundo hijo, dijo:
- Como las semillas deben ser preservadas, mientras dure la ausencia de mi padre, las venderé y guardaré el dinero, y, el día que él regrese, las volveré a comprar y él no se dará cuenta, sin embargo las especies estarán tan frescas como me los dio, pues guardarlo no puedo porque hay el riesgo de que se pudran. -Y así lo hizo.
El tercer hijo, dijo:
- Lo que nos dio son semillas, eso debe significar algo. Y, como las semillas están hechas para germinar y crecer en la superficie de la tierra, prepararé el terreno y las sembraré sobre ella para que adorne el jardín.
Al cabo de un año, el padre regresó y, evidentemente, examinó a cada uno de sus hijos. El hijo mayor abrió la caja fuerte y dijo a su padre:
- Mi señor, aquí tiene las semillas que me las dio; están bien conservadas, tal como usted me las dio.
Pero, el rey, dijo:
- ¡Estúpido! Las semillas no se conservan en cajas de seguridad; solo se preservan si las dejas morir y le permites renacer.
Luego se dirigió al segundo hijo diciendo:
- Tú entendiste mejor que tu hermano mayor. Pero, como la cantidad de las semillas sigue siendo la misma y que ellas se multiplican en millones, naturalmente, has cometido un grave error en el intento de preservar tal cual te las di.
Después se dirigió al menor, quien le condujo hacia el jardín para mostrárselo, diciendo:
- Padre, yo las esparcí por el suelo y se han convertido en plantas. Sin embargo, pronto florecerán y harán sus propias semillas de modo que usted las recogerá multiplicado en millones.
El rey declaró:
- ¡Ganaste la prueba, muchacho! ¡Tú serás mi sucesor! Porque la única forma de preservar la semilla es permitiéndole morir para que pueda renacer.
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