Cuenta la leyenda que los embajadores de los dioses se reunieron en las Isla de los Tornados. Después de largas sesiones de discusión y haber llevado a cabo una serie de experimentos poco comunes, con las propiedades más destacadas y extraídas de todos los seres vivientes e inertes, al fin habían logrado crear una especie de semilla poco usual pero de un valor incalculable.
Tras haber creado la mentada semilla surgió entre ellos el dilema de qué nombre debía llevar. Unos propusieron llamarle Elán, otros Virtus, algunos Hímeros, entre otros. Las propuestas fueron tantos que concluyeron formando un desacuerdo caótico. Entonces surgió la voz del embajador más anciano, de pelaje blanquecino y de tan solo ocho barbas blancas que apenas se deslizaban por su rostro. El anciano dijo:
- Ya que no os ponéis de acuerdo, respecto del nombre del resultado de nuestros experimentos, os sugiero darle el nombre de Genio, que significa: ‘lo inacordado’, ‘lo innominado’, ‘lo incomprendido’, ‘lo increíble’, ‘lo que viene y va’, ‘lo que está ahí’, ‘lo incógnito’, ‘lo perenne’, ‘lo infinito’, ‘lo inmortal’.
Todos estuvieron de acuerdo, pero surgió el dilema siguiente: ¿dónde esconderlo? Entonces uno de ellos sugirió:
– Enterremos en lo más profundo de la tierra, al que ningún ser humano podrá tener acceso.
El más perspicaz replicó:
– Eso no funcionará pues, conforme los hombres han conquistado la tecnología, llegarán a escarbar hasta las profundidades de la tierra y la encontrarán.
Entonces otro propuso:
– Ocultaremos en las profundidades del océano.
Pero el más cuerdo contestó:
– Allá tampoco servirá de mucho, pues los hombres están aprendiendo llegar hasta lo más profundo de los océanos y, tarde o temprano, lo hallarán.
Luego alguien intervino diciendo:
– Tal vez será mejor llevarlo a la cumbre de la montaña más alta.
El más sabio, nuevamente, apostilló:
– No, definitivamente, no. Eso tampoco dará resultado, ya que los humanos aprenderán a escalar las montañas más altas y la encontrarán.
Entonces el más sabio de los embajadores, aquel que tenía tan solo ocho barbas blancas, el autor del nombre, al ver que todos coincidían en que no había un lugar seguro donde esconder el Genio, dijo:
– Lo esconderemos en las entrañas de su propia mente pues, humanos como son, nunca pensarán en buscarlo dentro de sí mismos.
Desde entonces, tras un previo acuerdo de todos los embajadores, el Genio fue escondido en las entrañas de la mente.
El secreto para encontrar tu propio genio está escondido en ti mismo. ¡Búscalo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario